¿Comunicas o informas?, esta es una buena cuestión, una perfecta disyuntiva que todos los profesionales deberían hacerse y responder, porque no es lo mismo informar que comunicar.
Es curioso, pero cuando nos ponemos en el otro lado del espejo, es decir cuando asumimos la condición de cliente, es cuando nos damos cuenta de las enormes carencias en esta imprescindible materia relacional y la importancia de aprender a comunicar de forma adecuada.
Según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, comunicar presenta varias acepciones, entre ellas las de:
Hacer a otro partícipe de lo que uno tiene; descubrir, manifestar o hacer saber a alguien algo; conversar, tratar con alguien de palabra o por escrito, etc….
Si bien creo que la palabra queda un tanto desnuda ante su auténtico significado, sí que es verdad que encontramos al menos tres términos que nos pueden ayudar a reflexionar. Es decir, hacer partícipe, descubrir y conversar son tres elementos que conjugados nos dan todo el sentido a una responsabilidad que es privilegio especial vinculado a esta profesión humanística por antonomasia, la medicina.
En este momento tecnificado y especializado hasta la saciedad, y en este entorno en el que nos envuelve y nos rodea la información a través de los más diversos canales de comunicación, especializados y no, es donde se encuentra latente y presente la soledad del individuo, muchas veces agobiado por las circunstancias, otras por el propio entono y las más por la agresividad fruto del estrés, de las prisas y en definitiva de la sensación de falta de tiempo y la necesidad de hacer y cumplir todos los objetivos y metas con las que jalonamos nuestras vidas.
Proust dejó escrito: “Nos comunica alguien su enfermedad o su revés económico, lo escuchamos, lo compadecemos, tratamos de reconfortarle y volvemos a nuestros asuntos. ¡Qué solas estamos las personas!”. En un estupendo artículo publicado en el diario El País se afirmaba que En Corea del Sur, las relaciones sociales y afectivas a través de los medios electrónicos superan ya en frecuencia y número a las que se mantienen cara a cara. Todo ello hace que el individualismo del que tanto hablaba Jameson crezca no solo en los estratos sociales sino muy especialmente en los profesionales y laborales y se extienda como una mancha de aceite y anide en nuestra sociedad.